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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

La cultura y valores de Japón en la tragedia por Verónica Neghme

01 abril 2011

Hasta antes del terremoto y la emergencia nuclear que se derivó como consecuencia del tsunami, Japón era identificado en Chile por su desarrollo tecnológico en los círculos de elite y por la cultura pop que difunde el gobierno, tan admirada por los jóvenes que se fascinan con las mangas, y que ha despertado en ellos un interés por aprender el idioma japonés. Pero ¿cómo vemos a Japón después de la tragedia?

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Hasta antes del terremoto y la emergencia nuclear que se derivó como consecuencia del  tsunami, Japón era identificado en Chile por su desarrollo tecnológico en los círculos de elite y por   la cultura pop que difunde  el gobierno,  tan admirada por los jóvenes que se fascinan con las mangas, y que ha despertado  en ellos  un  interés por aprender el idioma japonés. En otros círculos, la ikebana, los poemas haiku y su gastronomía en especial, han penetrado en Chile, adaptadas al gusto chileno, al igual que la estética minimalista de sus objetos de decoración.

Tras un viaje a Japón conocí personas que se transformaron en amigos y me permitieron  entender algunos aspectos desconocidos del ser profundo japonés, que están arraigados desde los orígenes de su civilización milenaria (250AC),  con fuerte influencia desde China, tanto en las artes como en la religión. De allí proviene el budismo Zen, que enfatiza la meditación, la influencia a la clase guerrera, elaborando un código religioso para los samurais y también la jardinería, poesía, arreglos florales y la ceremonia del te. Confucio, filósofo e instructor chino del siglo VI AC es vital para entender  el nacionalismo de Japón, y   las actitudes del pueblo japonés, muy arraigadas en su cultura y forma de ser, como sus valores del orden, el respeto a las jerarquías, la verticalidad, la lealtad total al soberano, la piedad filial y el respeto a los mayores, la creación de un régimen  burocrático civil. Impresiona la perfección en los detalles que se traduce en objetos bellos, la limpieza, la seguridad, el deseo de agradar, los modales, el orden en todo, la  lealtad a toda prueba cuando se conoce al otro.

 La historia de Japón, en donde desde sus inicios  hubo guerras civiles e  invasiones de otros países del Asia y la derrota en la segunda Guerra Mundial y sus atroces consecuencias con el estallido de la bomba nuclear en Hiroshima y Nagasaki, dan cuenta de momentos muy difíciles para este país. Es indudable que la tragedia ha estado presente en la historia nipona,  en grandes dimensiones. Japón sufrió el desastre nuclear, tuvo que asumir la derrota en la segunda guerra y la hambruna, permitir que se le quitara el carácter divino al Emperador siendo una de las monarquías más antiguas del mundo, y la redacción de una nueva Constitución con rasgos occidentales. Recordemos que antes de la guerra, Japón era un Estado moderno desde la era Meiji (1868-1912), en donde se sentaron las bases económicas y políticas del Imperio del Sol naciente. Su derrota en la segunda guerra mundial significó el término del Imperio como tal, una humillación.

¿Cómo puede un pueblo ser “resiliente” y salir adelante? Japón es un ejemplo de ello. Lejos de rechazar la intervención norteamericana, la asumieron y hasta tuvieron que aceptar que el Emperador ya no tuviera carácter divino. Desde 1945 en adelante, realiza el país un milagro económico, asume una Monarquía parlamentaria   Constitucional y alcanza, primero, imitando a EEUU y luego innovando, un desarrollo económico espectacular, llegando a ser hasta hace poco,  segunda potencia económica mundial, tras haber sido superado por China el año pasado.

A mi modo de ver, los valores confucianos del orden, disciplina, sin duda han sido relevantes para salir adelante. Hoy, Japón es diferente al país de la post guerra, con problemas demográficos, inestabilidad política y problemas estructurales, que debido a  su  idiosincrasia, le ha sido difícil abrirse al exterior. La brecha generacional existe, y los jóvenes ya no están dispuestos a sacrificarse entregando sus vidas al trabajo en una sola empresa de por vida. La globalización sin duda está llegando, pero mucho más lentamente que en otros países del Asia. Estos rasgos, que pueden parecer un impedimento para surgir en períodos normales, en la tragedia, en la destrucción que ahora les aqueja, sin duda serán cruciales para levantarse, para superar la crisis, el dolor y construir un Japón  más fuerte y adaptado a la nueva realidad global.

Cuesta adentrarse en esta cultura, en donde los matrimonios entre un japonés y  un extranjero no son del todo bien vistos, ya  se desciende socialmente; y en donde   no han podido abrirse a la necesaria migración en un país con bajísimas tasa de natalidad y un enorme problema demográfico. Cuesta entender por qué no lloran y hasta sonríen en la tragedia, por qué son contenidos, en una sociedad que la denomino “del silencio”. Es que el respeto por el otro es tal, que gritar en el metro, o expresar emociones negativas significa no ofender a quienes los rodean. Para nosotros, occidentales latinos, es difícil entender que el sufrimiento se lleva por dentro y que la intimidad, hoy en occidente un valor casi inexistente,   es para ellos absoluto.

En Japón las enseñanzas de Confucio están arraigadas en el cuerpo social, aún cuando los jóvenes piensan de otra forma. Confucio enseña que los hombres luchan todavía por una sociedad social, que el deseo de vivir para ver un mundo moral y espiritual está presente para luchar por la felicidad y por la estabilidad. Esto explica también el porqué frente a una emergencia nuclear los japoneses prefieran seguir en su país. El orden, la disciplina, enseñanzas de Confucio, las hemos visto en las filas que hacen los nipones para obtener bencina racionada y alimentos. Con este espíritu, no hay lugar para la desesperanza, pues como dicen las enseñanzas en Shu-kiong “Entre todos los seres, únicamente el hombre está dotado de poder divino”, y de esto se sigue que “ la ley del cielo es lo perfecto, la ley del hombre es la perfección”. Sin duda que Japón y su pueblo saldrán adelante porque a pesar de la occidentalización de las generaciones más jóvenes, estas enseñanzas aún continúan arraigadas en su identidad.


* Verónica Neghme E es directora ejecutiva del Instituto de Estudios del Pacífico y del Indico de la Universidad Gabriela Mistral.

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